Cepeda recupera el “cariño y respeto” de los boricuas

El camino del boricua Orlando (Peruchín) Cepeda, desde su niñez en su barrio en Puerto Rico en los años cincuenta hasta conectar 379 jonrones y empujar 1,364 carreras en las Grandes Ligas fue uno largo y difícil.

El camino de Cepeda desde su retiro en 1974 hasta alcanzar pleno reconocimiento como jugador y ser humano ha sido aún más largo y mas tortuoso.

Este pasado fin de semana, una estatua de Cepeda de tamaño natural fue develada en el Museo del Deporte de Puerto Rico y su numero 30 retirado en el Estadio Hiram Bithron durante un partido entre los Gigantes de San Francisco y los Expos de Montreal.

Para la inmensa mayoría de jugadores, ser exaltado al Salón de la Fama del Béisbol en Cooperstown es la cúspide de su carrera. Tras su retiro como jugador hace 30 años, Cepeda ha enfrentado las realidades de la vida mas allá de la gloria sentida por la ovación de los fanáticos.

Primero, Orlando se hundió cuando fue arrestado en el Aeropuerto Internacional de San Juan recogiendo un cargamento de marihuana procedente de Colombia. Cepeda resultó convicto y pasó diez meses en cárcel federal. Su imagen se deterioró de tal forma que su elección al Salón de la Fama fue ignorado durante sus 15 años de elegibilidad.

Peor aún, su imagen en su tierra se manchó de forma irreparable. Prácticamente, Cepeda sintió el desprecio de sus paisanos durante largos años. En Puerto Rico, es difícil perdonar. Ello lo obligó a abandonar la Isla del Encanto y radicarse en California cerca del área de la Bahía de San Francisco donde había visto nacer su carrera.

La trayectoria de verdadera rehabilitación para el gran toletero comenzó realmente en lo mas profundo de su persona. Orlando abrazó el budismo como su forma de espiritualidad y de ahí se lanzó a limpiar su imagen.

En esa época, Cepeda reconocía que su sueño de llegar al Salón de la Fama parecía imposible al igual de su deseo de ser perdonado y querido en su isla. Pero estaba convencido de que regresar a trabajar con los Gigantes de San Francisco era su pasaporte para el futuro. Logró su meta bajo la administración de Al Rosen y desde hace 15 años desempeña la posición de Representante de la Comunidad.

Desde esa posición, Cepeda se ha convertido en un embajador del béisbol y su mensaje anti-droga ha resonado entre miles de niños. Tras largos años y arduo trabajo humanitario, Cepeda ha demostrado mas allá de toda duda que es un baluarte de nuestra comunidad y merece ser reconocido no sólo como la superestrella que fue como jugador, pero la superestrella que es como ser humano.

Si el camino a Coopertown fue duro, el camino a ser “perdonado” en su propio país, fue aun mas arduo.

En 1993, su último ano de elegibilidad para el Salón de la Fama, el nuevo dueño de los Gigantes, Peter Magowan, lanzó una campaña para su elección al pabellón de los inmortales. Como parte de esa estrategia, Cepeda consiguió el primer reconocimiento en su país cuando ese año fue electo al Salón de la Fama de Puerto Rico. No empece, el esfuerzo de elegirlo a Cooperstown se quedo corto por un puñado de votos. La espera continuaba.

En 1999, su compañero de equipo, el dominicano Juan Antonio Marichal encabezó el esfuerzo en el Comité de Veteranos para elegir exitosamente a Cepeda al Salón de la Fama. Tras 25 largos años, Cepeda finalmente se unía al inmortal Roberto Clemente en Cooperstown.

Para ese entonces, ya Cepeda se sentía reivindicado en su Isla. Y renació el cariño y la admiración de los boricuas por el antes ídolo caído.

La estatua en el Museo del Deporte Puertorriqueño es un paso mas a reconocer a Cepeda, no sólo como pelotero, pero como persona. Y para Orlando, ahora de 66 años, la develación de la estatua fue uno de los momentos mas emocionantes de su vida.

“Es una belleza”, afirmó refieriendose a la estatua. “Muy impresionante.”

“Regresar a Puerto Rico y ver esto te hace sentir muy bien”, señaló durante el evento. “Es un honor bien grande.” Cepeda recalcó que dos jueces federales de San Juan, amigos suyos, estaban presentes en la actividad.

“Uno mira al pasado después de jugar durante tantos años y pasar por tiempos difíciles y tiempos buenos, hoy es un día increíble”, comentó emocionado. “Estoy orgulloso de ser puertorriqueño. Regresar aquí es especial”.

La estatua es de tamaño natural y en la misma Cepda viste el uniforme de San Francisco. Durante la ceremonia, su compañero de equipo, Felipe Rojas Alou, hoy dirigente de los Gigantes, hizo la introducción de Cepeda. ‘Fue una bonita ceremonia”, comento Alou.

El sábado, su número 30 fue retirado en el Estadio Hiram Bithron, previo al partido entre Gigantes y Expos. Cepeda también lanzó la primera bola.

La estatura es impresionante. Pero mas importante que la estatua, para Orlando lo importante es su significado: Orlando Cepeda ha recuperado el cariño y el respeto en su patria.

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Esta columna fue publicada el 11 de mayo de 2004 en www.ESPNdeportes.com,