Recordando al “Divino Loco” Rubén Gómez
Rubén “El Divino Loco” Gómez falleció la semana pasada, lo que nos trae a recordar con nostalgia el béisbol puertorriqueño medio siglo atrás.
Hiram Bithron fue el primer boricua en las Grandes Ligas. Luis Rodríguez Olmo fue el primero en brillar. Pero fue un puñado de jugadores que a lo largo de la década de los cincuenta, luego de que Jackie Robinson rompiera la barrera de color, el que puso a la Isla del Encanto en el mapa beisbolístico. Ese grupo estaba básicamente integrado por el desaparecido Roberto Clemente, Víctor Pellot Power, Orlando (Peruchín) Cepeda, Juan “Terín” Pizarro y Rubén Gómez.
Cuando en Puerto Rico se hablaba de lanzadores, Ruben era el tema principal. Su número 22 es casi tan famoso como el 21 de Clemente. Los chicos en las Pequeñas Ligas siempre querían vestir el 22. Después del 21 de Clemente, el 22 es el número mas reconocido y anhelado en la Isla.
A Rubén se le conocía como ‘El Divino Loco’ y todos los que aspiraban a lanzar, querían imitarlo. Junto a Terín Pizarro formaron el mejor dúo de lanzadores en la historia del béisbol invernal boricua cuando ambos lanzaban para los Cangrejeros de Santurce.
Mientras Rubén tuvo su mejor año en las mayores en 1954 cuando ganó 17 juegos y una victoria en la Serie Mundial, Terín ganó 19 partidos para los Medias Blancas de Chicago en 1964. Ambos son claros ejemplos de excelentes jugadores que nunca fueran estelares en el béisbol grande, o cuyos momentos de gloria fueron esporádicos, pero que en sus países de origen son superestrellas.
La carrera de Gómez, aunque corta en las mayores, fue larga en el béisbol invernal. Rubén lanzó diez anos en el béisbol grande y hasta bien entrado en sus cuarenta anos en Puerto Rico.
En las mayores, Gómez inició de carrera para los Gigantes de Nueva York, cuando Don Pedrín Zorilla, dueño del Santurce, era el principal escucha en Puerto Rico y la República Dominicana para los Gigantes y fue responsable por firmar jugadores boricuas como Gómez, Cepeda, José Antonio Pagán, y dominicanos como los hermanos Alou, Manny Mota y Juan Antonio Marichal, entre otros.
Su carrera con los Gigantes tuvo dos momentos especiales. El primero en 1954, cuando se convirtió en el primer boricua en lanzar y ganar un juego de Serie Mundial. Gómez derrotó 6-2 a los Indios de Cleveland en el tercer partido de la Serie Mundial de 1954, serie en que los Gigantes barrieron a los Indios en cuatro partidos.
En 1958, Rubén lanzó y ganó el juego inaugural de esa campaña en el que los Gigantes, entonces en San Francisco, blanquearon a lso Dodgers, recién mudados a Los Angeles, en el primer partido en la historia de las Grandes Ligas celebrado en la costa oeste de la nación. En ese partido celebrado el 15 de abril de 1958, Gómez blanqueó a los Dodgers derrotando a un futuro miembro del Salón de la Fama, el desaparecido Don Drysdale.
Gómez se desempeñó durante seis campañas con los Gigantes, cinco en la Gran Urbe y la última en el área de la Bahía. En 1959 fue canjeado a los Filis de Fildelfia junto al receptor santomeño Valmy Thomas por el lanzador Jack Sanford. Rubén tambión vistió las franelas de Cleveland y Minnesota.
Pero en su nativo Puerto Rico, donde ha sido un ídolo, Rubén lanzó durante tres décadas para los Cangrejeros de Santurce. Aunque su carrera en las mayores apenas duró 10 años durante los cuales acumuló record de 76-86 con efectividad de 4.09, Gómez fue una gloria en Puerto Rico donde hoy se le recuerda con cariño.
Orlando (Peruchín) Cepeda fue compañero de equipo de Gómez en San Francisco en 1958 pero jugaron juntos en Santurce durante 17 temporadas. “Es un día muy triste”, dijo Cepeda a la prensa en San Francisco cuando supo de la muerte del Divino Loco. “Rubén era mi ídolo cuando era un muchacho. Lo conozco desde que tenía dos años. El era el mejor atleta de Puerto Rico en aquel entonces.”
El ahora dirigente de los Gigantes, Felipe Rojas Alou, también jugó con Gómez durante la temporada de 1958. “El era un gran amigo. Orlando y yo eramos como sus hijos”, comentó el mentor.
Tanto Alou como Cepeda tambien tuvieron palabras de elogio para Gómez por sus cualidades como lanzador. El Divino Loco tenía una reputación de no tenerle miedo a nadie y lanzar pegado al cuerpo. Su pelotazo mas famoso fue uno a la cabeza de Frank Robinson en 1957, incidente que envió a Robinson al hospital.
“Honestamente, el no le tenia miedo a nadie”, señalo Alou mientras que Cepeda comentó que Rubén le tiraba a cualquiera. “Era un gran lanzador. Podía hacer de todo”.
En Puerto Rico no se puede hablar de picheo, sin mencionar a Rubén Gómez. Cuando eran muy pocos los boricuas en las mayores, El Divino Loco nos hizo sentir muy orgullosos. El 22 de Ruben vivirá en la eternidad en los anales del béisbol boricua y en el corazón de los fanáticos de la Isla del Encanto.
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Esta columna fue publicada el 14 de agosto de 2004 en www.ESPNdeportes.com